EL PATRIOTISMO GRINGO
William Blum
El pensamiento más importante: Estoy hasta la coronilla de lo que llaman “patriotismo”.
Los pilotos japoneses que bombardearon Pearl Harbor eran patriotas. El pueblo alemán que apoyó a Hitler y sus conquistas era patriota, luchaba por la Patria. Todos los dictadores militares latinoamericanos que derrocaron a gobiernos democráticamente elegidos y que torturaban rutinariamente a la gente se decían patriotas –que salvaban a su querido país del “comunismo”.
El general Augusto Pinochet de Chile, asesino y torturador en masa: “Quisiera ser recordado como un hombre que sirvió a su país” (1)
P.W. Botha, ex presidente del apartheid de Sudáfrica: “No me voy a arrepentir. No voy a pedir favores. Lo que hice, lo hice por mi país” (2)
Pol Pot, de Camboya, asesino en masa: “Quiero que sepáis que todo lo que hice, lo hice por mi país” (3)
Tony Blair, ex primer ministro británico, al defender su papel en el asesinato de cientos de miles de iraquíes: “Hice lo que pensé que era correcto para el país” (4)
Al terminar la Segunda Guerra Mundial, EE.UU. dio lecciones de moral a sus prisioneros alemanes y al pueblo alemán sobre la inadmisibilidad de pretender que su participación en el holocausto fuese por obediencia a su gobierno legítimo. Para probarles hasta qué punto esa defensa era legal y moralmente inadmisible, los aliados de la Segunda Guerra Mundial ahorcaron a los principales ejemplos de semejante lealtad patriótica.
Una vez me preguntaron después de una conferencia: “¿Ama a América? Respondí: “No”. Después de esperar unos segundos para dejar que se dieran cuenta de lo que había dicho, entre varias risitas nerviosas del público, dije: “No amo a ningún país. Soy ciudadano del mundo. Amo ciertos principios, como los derechos humanos, las libertades civiles, la democracia, una economía que ponga a la gente por sobre las ganancias”.
No hago una gran distinción entre patriotismo y nacionalismo. Alguna gente equipara el patriotismo con la fidelidad al propio país y gobierno o a los nobles principios que supuestamente defienden, mientras definen el nacionalismo como sentimientos de superioridad étnico-racial. Sea cual sea la definición, en la práctica las manifestaciones psicológicas y conductuales de nacionalismo y patriotismo no son fácilmente distinguibles; por cierto se alimentan mutuamente.
Howard Zinn llamó al nacionalismo “un conjunto de creencias enseñadas a cada generación en las cuales la Patria es objeto de veneración y se convierte en una causa ardiente por la cual se está dispuesto a matar a los hijos de otras Patrias… El patriotismo se utiliza para crear la ilusión de un interés común a todos en el país” (5)
Fuertes sentimientos de patriotismo yacen cerca de la superficie en la gran mayoría de los estadounidenses. Están enterrados a más profundidad en los más “liberales” y “sofisticados”, pero siempre están al alcance, y son inflamables.
Alexis de Tocqueville, el historiador francés de mediados del Siglo XIX, comentó sobre su prolongada estadía en EE.UU.: “Es imposible concebir un patriotismo más problemático y palabrero; aburre incluso a los que están dispuestos a respetarlo” (6)
George Bush padre, al perdonar al antiguo secretario de defensa Casper Weinberger y a cinco otros en conexión con el escándalo Irán-Contra de armas-por-rehenes, dijo: “En primer lugar, el común denominador de su motivación –hayan sido correctas o equivocadas sus acciones– fue el patriotismo” (7)
Qué punto vulnerable primitivo tiene esta sociedad racional. EE.UU. es el país más patriótico, así como el más religioso, del llamado mundo desarrollado. Todo el asunto del patriotismo estadounidense puede comprenderse mejor como el mayor caso de histeria de masas de la historia, por medio del cual la multitud adora su propio poder como agentes de la única superpotencia del mundo, un sustituto para la falta de poder durante el resto de sus vidas. El patriotismo, como la religión, satisface la necesidad de la gente de algo más grande para poder afirmar sus vidas individuales.
De modo que este 4 de julio, queridos estadounidenses, algunos de entre vosotros levantaréis vuestros puños y gritaréis: "¡U! ¡S! ¡A! ... ¡U! ¡S! ¡A!". Y desfilaréis con vuestras banderas y vuestras imágenes de la Estatua de la Libertad. ¿Pero sabéis que el escultor copió la cara de su madre para hacer la estatua, una mujer dominante e intolerante que prohibió a otro hijo que se casara con un judío?
“El patriotismo”, es la famosa cita del doctor Samuel Johnson, “es el último refugio de un sinvergüenza”. El escritor estadounidense Ambrose Bierce lamentó discrepar. Es, dijo, el primero.
“Patriotismo es la convicción de que este país es superior a todos los demás porque tú naciste en él”. George Bernard Shaw
“Las acciones se consideran buenas o malas, no gracias a sus propios méritos, sino según quién las realiza, y prácticamente no hay clase alguna de barbarie –tortura, toma de rehenes, trabajo forzado, deportaciones en masa, penas de cárcel (o ejecuciones) sin juicio previo, falsificación, asesinato, bombardeo de poblaciones civiles– cuya calificación moral no cambie cuando la comete “nuestro” bando. El nacionalista no sólo no desaprueba las atrocidades cometidas por su propio bando, sino que además tiene una notable capacidad para ni siquiera enterarse de ellas. George Orwell (8)
“Los juramentos de lealtad son señales de Estados totalitarios, no de democracias”, dice David Kertzer, antropólogo de la Universidad Brown que se especializa en rituales políticos.
“No puedo pensar en una sola democracia, con la excepción de EE.UU., que tenga un juramento de lealtad” (9). O, podría haber agregado, que insista en que sus políticos demuestren su patriotismo poniéndose una insignia en la solapa con la bandera. Hitler criticó a los judíos alemanes y a los comunistas por su internacionalismo y falta de patriotismo nacional, exigiendo que los “verdaderos patriotas” juraran públicamente y mostraran su lealtad a la patria. Como reacción, la Alemania de posguerra ha hecho un esfuerzo consciente y fuerte por minimizar las muestras públicas de patriotismo.
Por extraño que parezca, el Juramento de Lealtad estadounidense fue escrito por Francis Bellamy, miembro fundador, en 1889, de la Sociedad de Cristianos Socialistas, un grupo de pastores protestantes que afirmaban que “las enseñanzas de Jesucristo llevan directamente a alguna forma o formas de socialismo”. Díganselo al próximo ignorante de Tea Party que acuse, furioso, al presidente Obama de ser “socialista”.
Después de la invasión soviética de Afganistán en 1979, pudimos leer que “ahora hay un alto grado de patriotismo en la Unión Soviética porque Moscú actuó con impunidad en Afganistán y así subrayó cuál es la verdadera potencia en esa parte del mundo” (10)
“Durante todo el Siglo XIX, y particularmente durante la segunda mitad, hubo un gran desarrollo de este nacionalismo en el mundo... Se enseñaba nacionalismo en las escuelas, era acentuado en los periódicos, predicado, imitado y cantado a los hombres. Se convirtió en una monstruosa hipocresía que ensombrecía todos los temas humanos. Llevaba a los hombres a sentir que eran tan inadecuados sin una nacionalidad como si estuvieran sin sus ropas en una reunión multitudinaria. Los pueblos orientales, que nunca habían oído hablar de nacionalidad, la aceptaron como lo hicieron con los cigarrillos y los sombreros de hongo de Occidente” H.G. Wells, escritor inglés.
“La existencia misma del Estado exige que haya alguna clase privilegiada vitalmente interesada en mantener esa existencia. Y son precisamente los intereses de grupo de esa clase los que se llaman patriotismo”. Mikhail Bakunin, anarquista ruso. (11)
“Me parece una terrible indignidad tener un alma controlada por la geografía”. George Santayana, educador y filósofo estadounidense.
Otra cosa por la que los estadounidenses deben sentirse agradecidos el 4 de julio
El Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE.UU. (HHS, por sus siglas en inglés) tiene una nueva sección en su sitio en Internet llamada “Encuentre opciones de seguro”. Basta con suministrar cierta información sobre el tamaño de tu familia, edad, situación de empleo, situación económica, si tienes ciertas discapacidades o enfermedad, si tienes Medicare o algún otro seguro de salud, o cuánto hace que no has tenido seguro de salud, si te han negado seguro, si dependes de alguien, si eres veterano o indio estadounidense, ¿nativo de Alaska?, etc., etc., y el sitio te da sugerencias sobre dónde y cómo encontrar un seguro de salud que pueda corresponder a tus necesidades. La jefa del HHS, Kathleen Sebelius, nos dice: “Es un instrumento impresionante para el consumidor”, agregando que el sitio es capaz de suministrar respuestas hechas a la medida a cerca de 3.000 millones [sic] de panoramas individuales. “Esta información da alternativas a la gente que antes no tenían la menor idea de que estuvieran a su disposición” (12)
¿No es extraordinario? ¿En qué otro sitio que no sea EE.UU. se podría tener una variedad semejante? Por cierto no en Cuba comunista: En Cuba hay un solo panorama, un tamaño para todos –estás enfermo, vas al médico o a un hospital, y te atienden lo mejor posible; sin costes; no importa cuál sea tu problema médico, no importa cuál sea tu situación financiera, no importa cuál sea tu situación de empleo, no hay costes. Nadie tiene seguro de salud. Nadie necesita seguro de salud. ¡Qué aburrido! ¡Régimen comunista!